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Hace cuatro años Andi y yo participamos de una misión pastoral que visitaba escuelitas de la quebrada del Toro. Nunca, ni más remotamente, pensamos que ese viaje nos cambiaría la vida. En la escuelita rancho de El Palomar faltaba de todo lo que se puedan imaginar (y más), pero sobraban las ganas de toda una comunidad que pujaba por salir adelante. Además del frío que carcome los huesos, había cariño y amistad que carcome el alma. Pasó el tiempo, hoy somos los padrinos de esta escuelita que ya no es un rancho, ahora está cambiadísima: nueva, resistente y preciosa. Pero no todo ha cambiado... Adentro la escuela es la misma: un montón de niños sanos que juegan, preguntan, ríen, aprenden, sueñan... Cerquita, están los papás que ven cómo sus hijos tienen la infancia que ellos no pudieron tener... Cerquita, está Miguel (el director) velando por la Educación (con máyusculas) de los niños. Cerquita, estamos nosotros, los padrinos, que les enviamos cartas, cositas, regalos y los queremos cada día un poco más... Adentro, la escuela es una familia, un hogar, como siempre... Es verdad que el Palomar te cambia, te enamora y estás listo. Esta es nuestra historia, te invitamos a ser parte de ella. Naty.
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